martes, 21 de marzo de 2017

DÍA 9

Estaba amaneciendo y entraba el sol por la ventana de al lado de mi cama de hospital. Llevaba despierta desde antes del amanecer. No había pasado muy bien la noche. Me dolía la cabeza por el golpe y no me daban calmantes desde una hora después de despertar del coma. Estaba muy cansada, pero aún así no era capaz de dormirme. Todos estaban dormidos alrededor de mí. Me dio bastante ternura verlos dormidos. El único que me vigilaba despierto era Carlos. Me observaba desde la puerta. Parecía que no pudiera entrar en la habitación. Entonces caí en la cuenta de que mientras dormía me habían cambiado de habitación y que ya no estábamos solos. A mi lado había una persona de unos 70 años. Estaba enganchada a más máquinas que yo, pero tenía buen aspecto. Cuando me fijé bien vi que era una mujer bastante guapa. Tenía el pelo canoso, pero no blanco. Su expresión era de paz y calma. Carlos la miraba al mismo tiempo que yo. Parecía que la conocía de algo y, por eso, no se atrevía a entrar en la habitación. Se dio la vuelta y desapareció.

Me senté en la cama intentando evitar que Daniel se despertara. Me asomé todo lo que pude a la puerta para saber si Joel seguía fuera, pero no le veía. Empecé a sentirme mareada, cansada. Mi estómago se revolvía cada vez más hasta tener ganas de dar arcadas. La falta de alimento me hacía que no pudiera vomitar, lo que lo hacía más desagradable todavía. Me quise levantar de la cama para ir al baño, pero al poner los pies fuera de la cama y ponerme en pie me desmayé. Estaba falta de fuerzas y mi cuerpo no era capaz de sostenerme. Joel entró corriendo como si hubiera sentido mi desmayo y me recolocó en la cama. Daniel se despertó y le ayudó a ponerme cómoda. Ni siquiera se miraron a los ojos. Se dieron las gracias mutuamente con la cabeza, y Joel abandonó la habitación.

Todo estaba empezando a ser un poco complicado para mí, pero esto me parecía más normal que la situación que había vivido dos noches atrás en la casa abandonada. Prefería ver estos enfrentamientos. Al menos eran de carne y hueso.

El sol entraba cada vez más por la ventana, hasta que la habitación quedó totalmente iluminada. Eran las 9 de la mañana y una enfermera entró en la habitación para ver como se encontraba la mujer mayor, pero ni siquiera se fijó en mí. Una hora después entró un médico e hizo lo mismo. Parecía invisible para ellos. Llamé a la enfermera con el botón que había encima de mi cama, pero nadie respondía. La mujer mayor se levantó de la cama y fue hacia el baño. Cuando volvió se sentó al lado de mi cama y se me quedó mirando.

- Pequeña, no lo sigas intentando - me dijo sonriéndome.

La miré fijamente, pero no dije nada. Su sonrisa ocultaba algo de malicia, o al menos eso parecía. No sabía quién era esa mujer, pero estaba segura de que ella si sabía quien era yo.

- Mira, sé que te piensas que estás completamente despierta, pero no es así. Estás en mis manos ahora mismo. Estás consciente e inconsciente al mismo tiempo. Entraste en un coma pero saliste de él como si fuera una habitación, y eso tiene sus consecuencias. Si no sabes moverte entre ambos mundos, te será muy dificil distinguirlos.

Miré a mi alrededor. Mi familia estaba mirándome como si siguiera dormida. Sus caras de preocupación eran muy oscuras. Borrosas. Apenas podía distinguirlos. Estaban comiendo, lo que supuse que era su desayuno. Miré a la anciana y me dispuse a preguntar cuando me cortó:

- ¿Que por qué puedo hablar contigo? - Me había leído la mente. - Mira, soy  más o menos como tú. No soy una guardiana, estoy viva como tú, pero tengo una habilidad, como habrás notado. Mi deber es enseñarte a moverte entre los dos mundos sin que te quedes mucho tiempo en este limbo tan incierto. Sé que verme así de mayor te da reparo para hablarme claro, pero como en este mundo no hay nada definido puedo cambiar mi forma si lo prefieres. Es una de las ventajas que tiene estar aquí.

Le asentí con la cabeza casi sin darme cuenta y de repente su cara y su cuerpo comenzaron a cambiar. Se había vuelto joven, más o menos de mi edad. Tenía una larga melena pelirroja, los ojos azules. Era bajita, como yo, pero tenía un cuerpo más definido, lo que la hacía parecer más alta.

- Así era yo de joven - Se miró a un espejo que había cerca de su cama.- que pena que los años pasen, ¿verdad?

La verdad es que ahora me resultaba más fácil poder hablar con ella. Se sentó a mi lado de la cama y me cogió de las manos. Me dio una perla negra.

- Este objeto es una señal del mundo real. Llévala siempre encima. Esta perla te guiará siempre en la oscuridad. Esta perla te trae hasta aquí, pero ahora tú tienes que ser lo suficientemente fuerte para despertar. Cuando estés aquí piensa en tu realidad, en tu vida, en tus cosas, en todo lo que sea completamente real. Así poco a poco podrás ir disipando este mundo y conseguirás despertar. - Se levantó de la cama y me miró desde la puerta de la habitación - Cuando estés en este mundo procura hablar lo menos posible con "fantasmas". - Se acercó a Carlos - Incluido este. Por lo menos hasta que sepas viajar entre un mundo y otro.

Se acercó a mí y me cerró el puño que sostenía la perla.

- Ahora despierta. Ya sabes como.

Empecé a pensar en mi realidad, en mi vida, en mis seres queridos y poco a poco vi como todo se iba disipando, incluida la mujer que había estado hablando conmigo. Cerré los ojos y cuando los abrí volvía a estar tumbada en la cama. Podía ver con facilidad a mi familia, comiendo tostadas. Podía oler el pan tostado y el zumo de naranja que estaban bebiendo.

- Mamá, quiero desayunar yo también.

Mi madre levantó la mirada. Su cara cambió totalmente y me sonreía desde la silla. Llamó a una enfermera, que vino corriendo a mi cama. Miré hacia la cama de la mujer mayor y la vi despierta, comiéndose su desayuno. Me miró y sonrió. Me guiñó un ojo y siguió con su desayuno.

Todo estaba empezando a parecer medio normal cuando sentí una vibración en mi espalda. Había tenido ese presentimiento muchas veces antes. ¿Qué pasaba ahora? 

Entró Carlos corriendo en la habitación, me miró con cara de asustado y, acto seguido entró Joel. Los dos a la vez empezaron a hablar y no pude escuchar bien a ninguno. Me llevé las manos a la cabeza como si me dolieran y ambos comprendieron que estaba abrumada. 

- Hay alguien que te necesita - Me dijo Carlos viendo que Joel no empezaba a hablar. 

Miré a mi alrededor, mi familia se había ido y no me había dado cuenta. Estaba tan cansada que tenia pequeñas lagunas. Les miré y me senté en la cama. 

- ¿Mi ayuda? - me puse la mano en el pecho sorprendida. Justo después miré a mis manos, como se conectaban a la máquina y a la bolsita de suero. - No creo que esté en condiciones de ayudar a nadie. 
- Sí, tu ayuda - Joel se acercó y se sentó en una silla que estaba al lado de mi cama - Hay una persona que está entre la vida y la muerte y, por lo que me ha dicho Carlos, puede que... Bueno, se vuelva de los malos, ya sabes.  - Me dio un codazo en la pierna que me colgaba de la cama. 
- Vale, ¿y qué hago yo? 
- Cuando pase, tienes que ir a su habitación y hablar con ella. - Carlos me miró con ternura - Verte a ti será menos traumático que verme a mi, o incluso a Joel. Tu aspecto de chica enferma ayuda - Se rió a carcajadas.- Le harás ver que está muerta y que debe unirse a nosotros. Mi superior me dice que tiene potencial y que la necesitamos ahora que tenemos dos personas para proteger. - Nos echó una mirada rápida a los dos y nos sentimos identificados con lo que había dicho. 
- Está bien, iré.  - dije mientras me ponía de pie y me sujetaba a la silla en la que estaba Joel sentado. - Pero antes, por favor, llamad a una enfermera para que me quite estos cables, estoy empezando a agobiarme - hice una pausa- y necesito comer algo sólido. 
- Hecho - Joel se levantó de la silla como si tuviera un muelle y salió rápido de la habitación. 



Llegó la noche, todos estaban durmiendo. Carlos entró en la habitación sigiloso, como si pudiera hacer ruido. Miré a la cama de al lado, la mujer estaba dormida. Se acercó lo suficiente a mi cama para que pudiera ver como hacía un gesto con la cabeza para que le siguiera. Me levanté de la cama con dificultad, me puse las zapatillas y la bata que tenía a los pies de mi cama y seguí a Carlos hasta la puerta de la habitación. Miré a ambos lados antes de salir del todo y le seguí por el largo pasillo. Llamó al ascensor, por lo que supuse que cambiábamos de planta. Cuando el ascensor se abrió salió una persona que tenía cara de preocupación. Quizás viniese de visita. Miré a Carlos para ver su cara y de momento supe que era un ente. 

- Espero que se de cuenta pronto - dijo entre susurros. 

Salimos del ascensor. La sala de espera era exactamente igual en todas las plantas. Miré los carteles para saber dónde estaba y leí que en uno ponía "PSIQUIATRÍA". Mi cara cambió por completo. Esa planta me ponía realmente nerviosa, pero Carlos puso su mano en mi hombro y me sonrió como si supiera en lo que estaba pensando. Andamos durante 2 minutos por el pasillo, pero a mi me parecieron 2 horas. Entonces Carlos se paró delante de una habitación a la que se le había caído el número de la puerta. Entramos en la habitación y había sólamente una persona, aunque hubiera dos camas. No veía nada extraño. Una persona dormida, en la cama tumbada, tapada con mantas. Carlos me hizo un gesto para que me acercara más. Cuando me acerqué pude verla mejor. Era una muchacha. Morena, con las pestañas eternamente largas. Llevaba el pelo revuelto, quizás de estar tantas horas tumbadas. Tenía la cara perfecta, sin imperfecciones apenas. Tenía los labios gruesos. Era bastante guapa. Miré a Carlos y me pidió que la despertara. Lo intenté pero no lo conseguí. Así que me di cuenta de que habíamos llegado muy justos de tiempo. Estaba muerta. La busqué por toda la habitación pero no la encontré. Entonces escuchamos el sonido de un grifo en el aseo. Abrimos la puerta y allí estaba, lavándose la cara. 

- ¿Quién eres?  - La chica se giró asustada y se apoyó en el lavabo. 
- Perdon por el intrusismo, soy Diana - Le dije ofreciéndole mi mano para estrecharla.
- Yo soy Abbie, pero nunca me ha gustado que me llamen así - Me dio la mano. 
- Lamentamos entrar así, pero tenemos algo que contarte - Miré a mi alrededor y no vi a Carlos. - Bueno, mejor dicho, tengo algo que contarte. 
- Te escucho entonces, no hay muchas personas que estén despiertas a estas horas, así que tienes que estar tan loca como yo - Me miró extrañada y se rió de repente - Que divertido. 

Le indiqué que me acompañara y fuimos hasta el patio de la primera planta. Estaba precioso, las plantas estaban completamente verdes y estaba todo muy limpio. Además, las farolas daban la luz justa para ver, pero no deslumbraban. 

- Mira - empecé a decir atragantada - No sé como decirte esto.  - Me senté en el primer banco que encontré y le indiqué con la mano que se sentara - Abbie, estás muerta. 

Me pareció, por su cara, que había sido demasiado directa. Entonces miró hacia arriba, buscando su habitación. 

- Es imposible - Me miró, y se miró las manos y los pies. - No soy transparente. 
- No tienes porqué ser transparente para estar muerta - Le dije entre risas. - Mira, has muerto y alguien ha considerado que eres una persona importante para proteger a personas con Dones. Sé que es mucho para asimilar. Pero principalmente, tienes que creer que estás muerta, ser consciente de ello y por eso me han enviado a mí. Pensaban que si te lo decía yo iba a ser más fácil de asimilar para ti, pero es la primera vez que hablo con alguien de esta manera. 
- Bueno, supongamos que te creo, ¿ahora que hago yo? - Me dijo gesticulando mucho con los brazos. 
- Pues no tengo ni idea, pero solo se me ocurre una forma de que me creas completamente, y es viéndote. Puede ser traumático, pero creo que es lo único que te hará darte cuenta de ello.

Volvimos a su habitación y la coloqué delante de su cama. Se acercó y se quitó las mantas de la cara para ver si era ella. Se llevó las manos al corazón. Le tocó el pelo a su cuerpo y siguió bajando hasta su cuello. Buscó su pulso pero no lo sintió. Me miró con cara de pena. Me acerqué a ella y la abracé. 

- No te preocupes, hay personas como yo que pueden verte. - Le susurré al oído - Te presentaré a Carlos. Él te ayudará a terminar de asimilar estas cosas y te entrenará para ser Guardiana. 
- Comprendo. 

Se quedó mirándose fijamente durante un minuto y medio, sin parpadear, sin moverse. Se giró hacia mí y me asintió con la cabeza. Llamé a Carlos para que entrara y Abbie se fue con él. Salí detrás de ellos. Abbie se paró en seco y me miró.

- ¿Qué van a hacer con mi cuerpo? - Me preguntó alzando la voz
- No lo sé - Le dije encogiendo los hombros. 
- Ojalá me encineren, siempre me ha gustado el fuego - me dijo entre risas. Se giró y siguió andando detrás de Carlos. 

Me dirigí al ascensor para bajar hasta mi planta y volver a meterme en la cama. Esperaba que todo fuese bien con Abbie. Me había caído bien. Llegué a mi cama y vi que seguían todos allí. No sabía como habían conseguido quedarse todos, pero no me importaba, hacían que me sintiera como en casa. Me acosté y me tapé los pies con la manta. Me quedé mirándolos fijamente y poco a poco me fui quedando dormida. El cansancio me podía.

jueves, 9 de marzo de 2017

DÍA 8

No sabía dónde estaba. Todo mi alrededor estaba completamente sumergido en la oscuridad. No escuchaba nada. Tenía esa sensación de oídos taponados que suelo tener cuando subo la ventanilla del coche demasiado rápido. Estaba muy asustada. Tenía la misma ropa que el día anterior, por lo que no había ido a casa a cambiarme. Empecé a andar en línea recta, pero no me chocaba con nada, cosa que me parecía bastante extraño teniendo en cuenta lo torpe que suelo ser siempre.
Intenté palpar paredes o algo que me hiciera pensar que estaba en alguna habitación a oscuras, pero no logré tocar nada. No había nada a mi alrededor. Me senté en el suelo. No veía ninguna opción mejor. Acerqué las rodillas a mi pecho e intenté recordar que había pasado la noche anterior y qué era lo que me había hecho estar en ese lugar tan extraño.

Tras más de veinte minutos pensando, no recordaba nada, excepto mi caída por las escaleras. Me había golpeado la cabeza al caer. No entendía nada. Me toqué la zona en la que debería tener el golpe y nada, ni siquiera me dolía. Cada vez estaba más confusa.

Llevaba allí sentada por lo menos una hora. Estaba realmente aburrida. De repente, oí algo. Una voz muy lejana. No lograba comprenderla muy bien.

- ¿Hay alguien ahí? - Grité en la nada.

No obtuve respuesta, así que volví a intentarlo. No podía oir bien lo que la voz me decía. Así que me levanté del suelo y empecé a andar hacia donde yo pensaba que estaba. La voz seguía estando demasiado lejos para entender lo que decía, pero se escuchaba algo más fuerte. Me estaba acercando. Sin embargo, me quedé clavada en el sitio. Estaba reconociendo la voz que me hablaba. No. Las voces. Eran dos y no me estaban hablando a mi. Eran Joel y Daniel. Los dos estaban peleándose, aunque no lograba saber porqué. Entonces las voces empezaron a hacerse cada vez más grandes, hasta el punto de que parecían dentro de mi cabeza. Empecé a comprender lo que decían:

- Diana está así por culpa tuya - Decía la voz de Daniel. - No debía haberse fiado de ti.
- Daniel, no lo entiendes - Joel parecía realmente preocupado. - Es muy complicado como para que lo entiendas, así que comprendo que pienses que la culpa es mía.

Se hizo un silencio de repente. Tan grande que parecía que me había quedado sorda.

- Joel, mi novia está en coma - Se oyó lejos, pero lo suficientemente fuerte como para que lo entendiera a la perfección.

Mi cara cambió completamente. Estaba en coma. Ahora la pregunta era ¿Cómo puedo salir de aquí?. Empecé a andar pero cada vez me sentía más y más cansada. No podía apenas respirar. Me volví a sentar en el suelo esperando que la fatiga durase solo un segundo, pero no. No paraba de hiperventilar. Por un momento me sentí al borde de la muerte. ¿Qué me estaba pasando?

Dejé de respirar, no podía escuchar nada y las lágrimas salían de mis ojos. Segundos después inspiré bruscamente y volví a respirar. Me dio la sensación de que había estado muerta por unos segundos. Me asusté. Tenía que salir de esta oscuridad antes de que me invadiera de verdad. 

Caminé durante horas buscando la manera de salir de ese estado en el que estaba, pero ya no oía voces. Ni las de ellos, ni las de las enfermeras que de vez en cuando podía distinguir de fondo. De repente oí una voz que me hablaba como un susurro. 

- Diana, puedes salir de esta. Sabes como. 

La voz me parecía bastante familiar, pero se escuchaba tan difusa que no pude saber de quien era. Empecé a pensar. Sabía como salir, decía. Entonces, de repente, me acordé de que siempre había sabido distinguir el color de las personas, por llamarlo de alguna forma. Pero mi habilidad real era caminar entre los dos mundos.

Miles de recuerdos llegaron a mi cabeza. Las pastillas que estaba tomando hacían que no pudiera contactar con el otro mundo. Cuando decidí dejar de tomarlas fue cuando empecé a ver a Carlos, así que todo encajaba. 

Me centré en conectar los dos mundos como cuando era pequeña y poco a poco la oscuridad se fue disipando. Segundos después estaba mi alma enfrente de la cama en la que me encontraba tumbada, enganchada a una máquina que controlaba mis pulsaciones. Miré a mi alrededor y vi a mis padres en el sillón que estaba al lado de la cama, mirándome, esperando a que algo sucediera. Joel estaba en el pasillo. Se le podía ver sentado en las sillas de enfrente. La puerta de la habitación estaba abierta por petición suya. Y, al lado de la cama, en una silla, cogido de mi mano, apoyado en la cama y dormido estaba Daniel. Estaban muy preocupados por mí por lo que podía ver. Era normal en cierto modo. 

Lo único que tenía que hacer era tocar la mano de mi cuerpo para poder volver en mí y despertar del coma, pero no sabía si estaba lista para hacerlo. Tenía la sensación de que me quedaba algo pendiente. Salí al pasillo y, al lado de Joel estaba Carlos, aunque estaba más translúcido que de costumbre. Parecía un fantasma de verdad.

- Carlos, ¿qué te pasa? - Dije mientras le tocaba el hombro. Era la primera vez que le tocaba yo. Fue una sensación extraña. 
- Cuando a uno de nuestros protegidos les pasa algo nos empezamos a hacer invisibles. Somos responsables de que estéis bien y si morís... 
- Desaparecéis - dije sentandome a su lado. 
- Exacto - Miró hacia mi cama. Desde donde él estaba sentado solamente se me podían ver los pies, tapados por una manta.

Le di un abrazo y le di las gracias por cuidar de mí. Volví a donde estaba la cama y acaricié el pelo de mi madre, que estaba apoyada en el respaldo del sillón. Se despertó como si me hubiese notado, hizo una vista general de la habitación y volvió a apoyarse en el respaldo para dormirse. Volví hacia la cama y toqué mi mano. Me desperté poco a poco, como si me despertase de un sueño, como si solamente hubiera estado dormida. Le solté la mano a Daniel y le acaricié la cabeza. Se despertó y me abrazó. Le hice un gesto con la cabeza para que fuera a por una enfermera, pero le pedí que fuera en silencio para no despertar a nadie. 

Se fue. Mi cuerpo estaba cansado, al igual que mi mente, así que cerré los ojos para esperar a que viniera la enfermera y me quedé dormida.